Mis hijas discuten en numerosas ocasiones y yo me alegro de ello; en muchos casos,porque no siempre llevamos razón, ni mucho menos, y sus quejas nos hacen replantearnos las cosas y rectificar si nos hemos equivocado. Otras, porque nos demuestran que se sienten libres de expresar el desacuerdo, y esa es una herramienta muy valiosa que les servirá en su vida adulta. Al poder expresar su malestar, su queja o desacuerdo, se están liberando de sentimientos negativos que, de otro modo, quedarían en su interior. Discuten, se oponen, ante lo que consideran injusto,desigual, autoritario...y eso siempre es bueno, porque favorece el espíritu crítico. Porque no quiero hijas sumisas; quiero que luchen por sus ideales, que se comprometan, que se impliquen. Y eso sólo nace, desde la familia, a través del trato entre sus miembros. Un niñ@ que se atreve a discutir, sabe qué será escuchado(si no,para qué), que su opinión será tenida en cuenta, aunque no la compartamos, que se le respeta en sus ideas y argumentos, aunque sean distintos a los nuestros. Por eso, los conflictos cotidianos los valoro desde una perspectiva muy positiva, que permite avanzar a todos los miembros implicados, ahora nuestro reto debería ser,saber resolver esos conflictos de forma respetuosa para todos,pero no evitarlos. Si me equivoco, quiero saberlo. Si no soy justa, quiero que me lo digas. Si no te respeto, hazte respetar con tus ideas y tus palabras. Si me creo superior, mírame y hazme sentir pequeña ante tu grandeza. NO TE CALLES,LUCHA, REIVINDICA, sólo soy tu madre, yo también me equivoco y me gusta poder rectificar y ayudarte a ser LIBRE.
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